domingo, 11 de mayo de 2014

CONOCIMIENTOS, HABILIDADES, ..... ¡¡ ACTITUDES !!

En una interesante ponencia de Marcos Urarte (Director General del Grupo Pharos), referida a la competitividad en las empresas, le escuche decir que las organizaciones, suelen contratar a las personas mayormente por lo que saben, no por como son. Más tarde, si se les despide, el motivo: por como son.

Si nos paramos a pensar en ello, podríamos afirmar que ciertamente así es, en una gran parte del los casos.

La situación actual, lo que se ha denominado cambio de época, ha provocado afortunadamente,  un significativo e importante cambio en el mundo laboral.

Las empresas han comenzando a valorar a la Persona, no solo:  por lo inteligente que puede ser, por su formación y experiencia; sino por otros conceptos ligados a diversas habilidades recogidas dentro del término denominado: Inteligencia Emocional, que hace referencia a la forma sobre como nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.

Donde se puede llegar a considerar que los aspectos ligados a la formación y a la experiencia (relativos al conocimiento), podrían pasar a un segundo plano respecto a la Inteligencia Emocional, en cuando  a identificar  el rendimiento laboral de una persona. 
En definitiva, la inteligencia emocional, cada vez está teniendo más importancia en la empresa.
Daniel Goleman (Psicólogo autor del best-seller  Inteligencia Emocional libro cabecera), dice que: “la importancia de saber manejar este concepto en la organización,  va a permitir calcular las posibilidades de éxito de un individuo con mayor precisión que si sólo evaluaran su coeficiente intelectual. Un aspecto clave cuando contar con los mejores profesionales, cada vez es más importante para sobrevivir en el actual entorno económico”.
Donde, de entre los múltiples estudios realizados por este psicólogo, quisiera hacer referencia a uno de los múltiples ejemplos sobre el desempeño profesional de antiguos compañeros de colegio, en el que se demostró lo siguiente:
 “El mejor de la clase, con un alto grado de coeficiente intelectual, ha resultado tener un éxito laboral inferior a otro alumno que era un estudiante promedio. La diferencia entre ellos radica en que el segundo es capaz, no sólo de controlar sus propias emociones, sino también de influir positivamente en los grupos de trabajo. Todos quieren trabajar con él”.
La incorporación al mundo laboral implica entornos competitivos donde nos vamos a encontrar a personas muy similares en lo que a inteligencia del conocimiento se refiere. Es aquí, donde la inteligencia emocional nos puede ayudar, aportar valor (diferenciarnos).
Pero ..., y este otro tema, nadie nos lo ha enseñado. Desafortunadamente y a día de hoy, tanto escuelas como universidades (en una gran parte), no contemplan la importancia y la relevancia que puede suponer, incorporar en sus planes formativos, la educación emocional.

Siguiendo con  Goleman: nuestra inteligencia emocional determina la capacidad potencial de que dispondremos para aprender las habilidades prácticas basadas en los siguientes cinco conceptos: la conciencia en de uno mismo, la motivación, el autocontrol, la empatía y la capacidad de relacionarnos.
Competencias que debemos ser capaces de trasladar, como diferencial potencial, al mundo laboral.
Es en este punto donde quisiera destacar algo realmente importante y que considero pieza fundamental para poder poner en práctica todo lo que se ha detallado anteriormente relativo a la capacidad potencial de la Inteligencia Emocional, y es el papel que va a jugar nuestra  actitud en todo ello, ya sea en la vida profesional como en la personal.
Como ejemplo, hago referencia a la fórmula que describe Victor Küppers  en su libro Vivir la vida con sentido (muy recomendable su lectura) y que comparto totalmente, donde le valor de una persona viene determinado por:
                                        V= ( C + H ) * A
Siendo:

  • V =  Valor de una Persona
  • C =  Sus conocimientos
  • H =  Sus habilidades
  • A  = Su actitud

C y H suman, es importante tener conocimientos y habilidades que se irán desarrollando en el tiempo, cuanto más tengamos y acumulemos mejor. Pero, el factor diferencial, va a ser la Actitud con la que nos implicamos, multiplica no suma.
Todas van a ser importantes pero debemos ser muy conscientes del impacto que, la variable Actitud, va a suponer en dicha fórmula.

Porque será la responsable de provocar que las cosas pasen.

Desde mi punto de vista  y por mi experiencia, las Personas tenemos que ser capaces de manejar de manera eficaz, estos tres ejes: (Saber / Saber Hacer / Querer Hacer)

SABER.-                     Conocimientos. Experiencia
SABER HACER.-           Habilidades Clave
QUERER HACER.-        El componente personal: Actitud y Motivación.

Donde el entorno tan dinámico y competitivo en el que nos encontramos, ha obligado a incorporar otro nuevo eje fundamental: TENER QUE HACER.

Como bien dice Küppers en su libro:

“Uno no es una grandísima persona por sus conocimientos, por sus habilidades, por su experiencia, lo es por su manera de ser, y esta, se va a manifestar por sus actitudes”.

Y lo más importante, es que cada uno es el responsable  de decidir la actitud que desea tener, en definitiva: de su manera de ser.

Concluyo con otro comentario de Marcos de esa misma ponencia que obliga a la reflexión: “Las empresas de hoy, no solo contratan a un directivo por su inteligencia y conocimiento, sino por su capacidad para tomar decisiones acertadas y por la capacidad de incertidumbre que puede soportar”.

“La actitud es una pequeña cosa que provoca una gran diferencia”. (Winston Churchill)

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