domingo, 21 de abril de 2013

ESCUCHAR PARA HABLAR BIEN


Hace menos de un año que decidimos cuatro personas, que nos conocemos profesionalmente desde hace tiempo, poner en marcha una iniciativa de la que a día de hoy nos sentimos muy satisfechos por su evolución y resultados (más bien nuestro grado de satisfacción).

Se trata de reunirnos informalmente (a cenar) el último jueves  de cada mes en un restaurante que ya tenemos concertado y realizar, lo que podría denominarse en líneas generales, “una tertulia”.

Evidentemente cada uno se paga lo suyo, donde se suele incorporar algún que otro contertulio invitado por  los componentes del grupo, en total unos seis u ocho.

En ocasiones, y queremos en la medida de lo posible marcarlo como objetivo, hemos contado con la asistencia de alguna persona que destaca por su conocimiento en algún tema concreto que sea de interés común, al que se podría considerar un “experto” (evidentemente no hablo de EXPERTOS), con experiencia y conocimiento, que nos aporte, con el que poder cambiar puntos de vista, opiniones, etc.

El objetivo es debatir, aprender y preguntar, pero ante todo disfrutar y os puedo garantizar que lo conseguimos, ya que cada reunión es diferente y sobre todo nos ha generado algo importante: ilusión e interés. Cada jornada se marca como una cita ineludible a la que no se puede faltar (compromiso).

Independientemente a ello, por mi parte aprovechando estas jornadas y dado que a cada una de ellas se han ido incorporado al grupo, de manera puntual diferentes perfiles de personas, me he marcado como objetivo poder aprender, mejorar y observar una de las habilidades que más admiro:  la capacidad de saber ESCUCHAR”.
Daniel Goleman al que con toda seguridad todos conocemos por su gran obra “Inteligencia Emocional”, identifico el arte de saber escuchar como una de las principales habilidades de mayor nivel en esta aptitud: La Inteligencia Emocional.
En comunicación, Escuchar,  es a lo que más tiempo dedicamos y a lo que menos atención prestamos, quizá porque no sabemos o no queremos o no lo intentamos, pero como dijo Plutarco: “Para saber hablar es preciso saber Escuchar”.
Y eso no es fácil. Saber escuchar es una de las habilidades más difíciles de desarrollar y encontrar porque hay que ponerse en el lugar del otro y normalmente eso suele ser complicado, a todos nos gusta que nos escuchen,  ser actores protagonistas y el resto secundarios.
En la mayoría de las conversaciones que mantenemos y quizás influenciados por la vida que llevamos, la impaciencia, el día a día; cometemos un número significativo de errores que seguramente todos reconoceremos: mientras escuchamos, estamos pendientes de nuestros problemas, de cómo vamos a responder a la persona que está hablando e incluso nos precipitamos a opinar y en ocasiones interrumpir.
Se necesita coraje para pararse y hablar, pero mucho más para sentarse y escuchar” Winston Churchill.
Por ello, es imprescindible que si queremos realmente desarrollar y manejar esta importante habilidad, empezar por uno mismo, poniendo en práctica lo siguiente en toda acción de comunicación:
Dejar hablar / demostrar interés / no distraerse / empatía / paciencia / no interrumpir / reconocer / asentir / no criticar.
En mí caso y no solo en las tertulias que he comentado, tanto en mi vida profesional como personal, intento hacer todo lo posible por practicarlo, inicialmente de forma consciente-competente, esperando evolucione a inconsciente-competente.
Ya que Escuchar con atención, proyecta una imagen de Respeto y esto es fundamental en toda comunicación.
Por lo tanto, saber escuchar tiene grandes beneficios para la persona que escucha pero, sobre todo, también para quien habla: eleva su autoestima “se siente escuchado / comprendido”, identifica intereses y sentimientos, provoca claridad en la comunicación, etc.
En términos de liderazgo para Dirigir hay que saber Escuchar. Utilizar adecuadamente esta importante habilidad implica generación de confianza, fidelización, motivación, compromiso,…. Todo ello fundamental si pretendemos comunicar eficazmente, en los actuales entornos  de complejidad e incertidumbre.

“Quien controla una conversación, no es el que más habla, sino el que mejor
Escucha

lunes, 15 de abril de 2013

PRESUPUESTO DE FORMACION: INVERSION Y CENTRO DE BENEFICIO

Hace unos días leí un artículo de Ángel López, Director de People Excellence (Un cambio de página: del desarrollo individual a la transformación del profesional) en el que se hacía referencia a un estudio realizado el pasado año (2012) a diferentes responsables de empresas:

el 72% de los directivos de las 500 empresas consultadas consideraban necesario elevar el presupuesto de formación para ganar competitividad.

El 86% de los mismos había hecho justamente lo contrario, recortando esta partida debido a la crisis. En el año 2005 los gastos de formación suponían un 1,20% del total de los gastos de personal, en 2010 se habían situado en el 0,68%.

Es decir, nos estamos moviendo a niveles de hace 10 años. Sin cifras todavía no oficiales para 2012, el presupuesto destinado a formación y desarrollo podría caer entre un 20 y un 30% más según las últimas encuestas. (...)”

El actual entorno económico-empresarial, marcado por un alto grado de competitividad, ha obligado a las empresas a diferenciarse de sus competidores, a encontrar nuevos mercados, a un mayor grado de especialización, etc.

Donde la problemática y coyuntura económica / social ha provocado que personas, organizaciones e instituciones reflexionen de forma colectiva sobre cómo alcanzar y conseguir los objetivos definidos con los recursos de que disponen, hoy en día cada vez limitados.

Resumiendo, conseguir los objetivos fijados en sus planes estratégicos con el mínimo de recursos posibles; es decir, gestionar las organizaciones bajo el criterio de la máxima eficiencia (“más con menos con mayor o igual calidad”).

Donde la inversión en Formación y Desarrollo de los empleados es y debería ser considerada, por la mayor parte de los responsables de Gestión de Personas, como prioritaria para garantizar la consecución de las diferentes metas de la organización.

Por este motivo, y ante la efectiva o posible reducción de las inversiones en este ámbito, los departamentos de Desarrollo tienen un reto importante: organizar las herramientas, metodologías y recursos que tienen a su disposición adaptando los conocimientos y habilidades de sus empleados a las necesidades específicas del negocio a corto, medio y largo plazo.

De exigencia alinear la Formación con sus objetivos estratégicos con la pretensión de traducir su impacto, en términos de resultados de negocio.

Desafortunadamente y pese a esta realidad expuesta cumplimentada con los datos del estudio mencionados, a fecha de hoy,  las partidas presupuestarias, destinadas a la Formación y el Desarrollo, siguen siendo consideradas mayoriatarimente: centros de coste.

Por ello, los departamentos de Formación y Desarrollo, conscientes de su nueva función estratégica de contribución al negocio, deben evolucionar hacia lo que se podría definir como Agentes de Cambio, donde el presupuesto de Formación deje de ser considerado: gasto y centro de coste, y se convierta, en: Inversión y Centro de Beneficio.